Escuchar y poder comunicarse era parte de los anhelos de Matías Altamirano, joven de 17 años que perdió la audición a los ocho, luego de sufrir una meningitis, lo que se concretó tras ser seleccionado a nivel nacional como el primer paciente en recibir un implante coclear a través de la Ley Ricarte Soto.
Angustia, nerviosismo y una gran carga de esperanza reinaban ayer entre el joven oriundo de Puerto Octay y su familia al momento de encender el implante coclear, y realizar la prueba de sonido en la sala de reuniones del Centro de Atención Ambulatoria del Hospital Regional. Pequeños ruidos, que fueron emitidos por una máquina conectada al dispositivo, confirmaron que la operación fue un éxito.
“Me conformo con sólo escuchar un poquito de sonido, me siento feliz con volver a escuchar”, fueron las primeras palabras que con dificultad emitió Altamirano, pero que emocionaron hasta las lágrimas a sus padres, pues durante casi 10 años habían luchado por que su hijo consiguiera un implante coclear, situación que era, prácticamente, imposible debido al costo de la operación, cercano a los 15 millones de pesos.
“Esto es algo muy importante para mi hijo y para toda la familia, porque al poder escuchar ahora, podrá comenzar todo el proceso de rehabilitación y desarrollar de mejor forma el habla. Fueron tantos años de espera para obtener un implante que, ahora, me encuentro realmente feliz. Cuando nos dimos cuenta que escuchaba pensé que el corazón se me salía”, dijo Claudia Vivar, madre de Matías.
En tanto, para el padre del menor beneficiado por la Ley Ricarte Soto, Guido Altamirano, todo esfuerzo y sufrimiento vivido en los últimos años vale la pena desde el momento en que su hijo volvió a escuchar. “Todo valió la pena, siendo por mi hijo lo doy todo, lo único que quiero es que esté escuchando y sea una persona normal”, comentó.
Eso sí, el encendido del implante coclear es la primera fase de muchas que vendrán para la recuperación del joven, pues ahora tendrá que iniciar una rehabilitación.
El otorrinolaringólogo, Ricardo Alarcón, jefe del programa de implante coclear del Regional, explicó que, inicialmente, con el implante “escuchas mucho ruido, porque el cerebro tiene que aprender a reconocer las voces, para que pueda escuchar correctamente, normalmente tres meses”.
Ahora bien, según el especialista, para que pueda desarrollar el lenguaje en el caso de los menores que nacen sordos el proceso puede tomar entre cinco a seis años, pero en el caso de Matías podría llevar de seis meses a un año.
Eso sí, el implante, de origen norteamericano, tiene una vida útil de 20 años en su parte interna, por lo que el menor deberá someterse después a una cirugía. La zona externa dura diez años e incluye cambio.