“La biodiversidad -o diversidad biológica- se organiza en distintos niveles y jerárquicamente en genes, especies, ecosistemas y paisajes. Por eso, cuando se encuentran especies y ecosistemas únicos y raros, eso en seguida tiene un alto valor de conservación. Esto es un legado, es lo último que nos va quedando”, así define el investigador y académico de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción, Dr. Cristian Echeverría Leal, la importancia del Campus Naturaleza no sólo para la ciudad, sino también para el país y el planeta.
Se trata proyecto de conservación de biodiversidad y restauración ecológica inédito en Chile de más de 180 hectáreas, emplazado en el fundo El Guindo y La Cantera, ubicado en áreas contiguas al campus Concepción de la UdeC. Allí se encuentran los últimos vestigios de bosque nativo costero de la zona y es el hogar de especies como el olivillo, peumo y roble y animales como zorros, monito del monte, gato guiña y pudú, entre otros.
De entre ellas, seis tienen la categoría de especie amenazada, por lo que el trabajo que emprende ahora la Universidad de Concepción es crucial para aminorar los efectos sobre ellas, propendiendo a su conservación, uno de los pilares fundamentales del proyecto.
Estas especies son el sapo rosáceo, pudú, gato guiña, naranjillo, michay araucano y pitao. De los mamíferos y anfibios todavía no hay certeza de cuántos individuos se encuentran habitando el recinto, o si efectivamente lo están habitando con regularidad o el Campus Naturaleza es parte del recorrido que realizan durante sus ciclos de vida.
En cambio, en el caso de los árboles, y de acuerdo con los últimos registros, el Dr. Echeverría detalló que se encuentran ocho michays araucanos, 13 pitao y 173 naranjillo.
Distintas especies, distintos requerimientos
Dado que las especies mencionadas tienen requerimientos de hábitat distintos, las acciones de conservación también lo son. En esa línea, Echeverría detalló que “en el caso de los mamíferos, estos requieren grandes espacios para desplazarse, amplios rangos de hogar; su hábitat también es distinto, el pudú y el gato guiña requieren de sotobosque (vegetación que crece por debajo de la copa de los árboles) que buscan como refugio y donde encuentran alimento.
Otras plantas, como el Pitao, requieren de una condición de humedad y de pantano, por eso crecen en zonas de quebradas donde el acceso es más complejo. El Michay Araucano, tanto, “puede habitar lugares mucho más soleados, su hábitat es mucho más amplio, pero también es una especie de distribución restringida”, precisó.
“El naranjillo es una especie que se encuentra en gran parte de Chile, pero el problema es que hay pocos individuos maduros que pueden dejar descendencia, frutos y semillas. Lo que hay aquí (en Campus Naturaleza) son individuos jóvenes que muestran indicios de cortes y talas de muchos siglos”, dijo.
En el caso de los mamíferos, el también académico de la Facultad de Ciencias Forestales explicó que el sapo rosáceo, también dentro de la lista de las especies amenazadas, requiere de un hábitat más pequeño, de pocos metros cuadrados, pero con altos requerimientos como humedad, sombra y agua superficial estancada que les permiten desenvolverse sin dificultades. Por eso mismo, explicó, cualquier cambio, por mínimo que sea, puede afectar el desarrollo de estas.
“Lo que ha llevado que estas especies se encuentren amenazadas es porque ha existido cambio en los paisajes, una pérdida de hábitat y, como son muy sensibles al cambio, tienden a quedar categorizadas como especies amenazada”, explicó.
Acciones de protección
Con relación al trabajo de protección y conservación que se inicia tras el reconocimiento de las 180 hectáreas como Campus Naturaleza, el investigador dijo que lo primero es sumar más esfuerzos para contar con más información y así tomar buenas decisiones para el ecosistema.
“Tenemos que avanzar en más información, en más información. Ahora que el Campus Naturaleza está oficializado, vamos a poder contar con más apoyo de recursos y investigadores poder levantar más información y datos. Pero ya con esto, el reconocimiento del lugar y las especies- ya es un primer paso y ahora tenemos que hacer algo con ello”, dijo.
Por eso, afirma que el paso más importante fue la oficialización de este proyecto que será de largo aliento, al que deberán sumar a la comunidad interna y también de sectores aledaños al Campus Naturaleza para que la protección se efectiva.
“El reconocimiento formal de la Universidad a este lugar y la decisión de proteger estos ecosistemas permite incorporar objetivos para ser monitoreadas y protegidas. Se requiere no sólo del apoyo institucional, sino también de la ciudadanía para la protección y conservación de este lugar. Ya con la destinación de recursos de la Universidad para el monitoreo, la presencia nuestra y las investigaciones, despierta una sensibilización en las personas para que sepan que estamos cuidando y protegiendo esto”, dijo.
Explicó también que en el futuro implementarán zonas de amortiguación para armonizar el diálogo entre la zona urbana y el bosque, algo así como una zona de interfaz que mitigue los efectos de la vida citadina.
“Acá el desafío es conservar un área crítica tan cerca de las personas. Nonguén, por ejemplo, también está cerca de las personas, pero tiene un área que no está urbanizada. Entonces, para nosotros, el desafío va a ser proteger esto con mucho esfuerzo, con mucha vigilancia y con bastante apoyo de la comunidad local de la Universidad y también de afuera”, relevó.
Nacen nuevas crías
Implementar medidas de protección no es tan fácil, explicó Echeverría, pues cualquier acción puede provocar resultados opuestos a los esperados. Esa es la consigna que ha primado a la hora de tomar decisiones para el monitoreo de la fauna silvestre. Por eso, por ahora sólo mantienen activas 10 cámaras trampa que permiten monitorear la existencia de especies y evaluar algunos comportamientos.
Una de las imágenes capturadas por estas cámaras que más ha conmovido al equipo, es la aparición de un hembra guiña y sus crías, evidencia de que el bosque de Campus Naturaleza sigue siendo un buen espacio para la vida de los mamíferos.
“Eso es súper importante, porque al tener crías, eso quiere decir que la población es viable y está dejando descendencia. Entonces, cuando una especie deja descendencia, quiere decir que el hábitat le entrega condiciones para que así ocurra”, destacó.
Aunque no han tenido la suerte de evidenciar lo mismo con los pudúes, de todas maneras, el Dr. Echeverría destacó la permanencia de la especie en las 180 hectáreas del bosque universitario.
“Es posible que la especie acá no esté en su hábitat ideal, pero al tener presencie quiere decir que tiene las condiciones mínimas para vivir. Tenemos que averiguar qué ofrece el Campus Naturaleza para la biodiversidad. Eso lo vamos a evaluar en el futuro, en 10, 15, 30 años más; tenemos que ver cómo hubiese sido esto con este proyecto y sin él. Considerando lo que hagamos, deberíamos tener un delta positivo para la biodiversidad del proyecto”, finalizó.