Los Saltos del Laja son uno de los tres destinos turísticos más importantes de nuestro país. En el verano se estima que no menos de 20 mil personas al día visitan este lugar, lo que transforma este sitio en uno de los más populares del país.
A propósito de la pandemia, los trabajadores resolvieron paralizar sus actividades. Eso sucedió durante la primera quincena de marzo y desde ahí que no atendían público. Sin embargo, estos últimos días tímidamente los trabajadores -y los artesanos, específicamente- han vuelto a sus labores, abriendo sus locales, evidentemente presionados por una situación económica que no da para más.
Hablamos de “los Saltos del Laja” y no de “el Salto del Laja”, porque no es una, sino cuatro las caídas de agua. La más grande se ubica frente al puente que cruza la ruta, tiene unos 25 metros de alto y este fin de semana no fue difícil ver cómo gente se agolpaba en el puente para tomarse la tradicional foto.
Alrededor de este atractivo turístico viven unas 15 mil personas, todas en mayor o menor medida están asociadas a los saltos, por lo tanto, podríamos perfectamente señalar que, al no haber visitantes por la pandemia, todos, en mayor o menor medida está igualmente afectados.
En los Saltos del Laja se produce algo extraordinario. El lugar no depende administrativamente de un municipio, sino de tres: de Yumbel, Los Ángeles y Cabrero. Cada municipio administra un tercio del atractivo turístico y, por lo tanto, para quienes aquí trabajan no ha sido fácil conseguir ayudas durante la pandemia.
La directora regional de turismo, Natalia Villegas, reconoce la importancia de este lugar y el hecho que los trabajadores quieran volver, siempre y cuando respeten las normas sanitarias impuestas por la autoridad. “Como el 80% de nuestra región se encuentra en Fase 3, existe la posibilidad que los locatarios puedan abrir, si cumplen efectivamente ciertas normas de bioseguridad“, dijo.
Otra cuestión que aqueja a los trabajadores de los Saltos del Laja es el agua. Sí, porque no siempre tienen la cascada que es su principal activo. Durante los últimos 10 años, cuando comienza la época de riego, la columna de agua se ve diezmada por la extracción ilegal o, de frentón, por políticas que hasta ahora no han sido capaces de asegurar lo mínimo que es que la cascada siga existiendo.